martes, 9 de julio de 2013

S O S Viejitos de mi parque



Por: Roberto Novo / Fotos: Roberto Gil

“…Bendijo Dios este séptimo día y lo hizo santo porque ese día él descansó de todo su trabajo de creación”…

No creo tener que explicar mucho de dónde viene esta oración, pero sí quisiera subrayar un par de cortas frases contenidas en ella: “séptimo día” y “todo su trabajo”.
La primera nos ofrece una noción de tiempo: es decir que ya habían transcurrido seis días, y la segunda avisa que en esos días Dios no estuvo descansando: en ellos hizo “todo su trabajo”.

Llegar a la llamada tercera edad es todo un acontecimiento: pasó el tiempo y, se supone, sea la hora de descansar por “todo lo trabajado”.





Por allá por los años ochenta la ciudad de Cienfuegos disfrutó de una profusa y activa vida cultural. Varias instituciones ubicadas alrededor del parque José Martí generaban y hacían valer en gran medida aquella suerte: el Museo Histórico, La Galería de Reproducciones de Arte Universal  y  la Casa de la Cultura, entre otras,  realizaban peñas, concursos y eventos de todas las manifestaciones. Prácticamente cada noche tenía una propuesta variada e interesante, y de ellas, de esas noches culturales, se beneficiaban en primer lugar esos ilustres señores de cabelleras blancas que terminaron siendo “los viejitos de mi parque”.
Por allí andaban siempre, disfrutando de un “Té literario” o de una “Peña campesina”; de un “Encuentro de trovadores” o un “Desfile de modas”. Su presencia se fue haciendo tan obvia y necesaria que cuando por ley de la vida nos abandonaban, con tristeza sentíamos su  ausencia. Luego se iban renovando y otros ocupaban su lugar.
Entonces pasó el tiempo. Y no fueron solo siete días, han transcurrido  tantos años que ya “los viejitos de mi parque” son otras personas. Pero igual son abuelos y abuelas que de una u otra forma hicieron “su trabajo de creación”, y deberían merecer el descanso. Un descanso pleno de razones para aún vivir y amasar con tranquilidad la recompensa por todo lo vivido.
Y nosotros, los que no hemos llegado al “séptimo día”, ¿hacemos todo lo que debemos para que esa recompensa tenga lo suficiente de amor y dignidad?
Creo que hay que seguir cantando y pensando mucho en nuestros viejitos.