jueves, 7 de noviembre de 2013

LA TROVA CIENFUEGUERA SIGUE SIN CASA



Cuesta creerlo.
Cuesta saber que no exista una Casa de la Trova en la ciudad de Eusebio Delfín, de Marcelino Guerra, de Rafael Ortiz, de Adolfina Lazo y Manolo Acevedo, de Octavio Machado y Felito Molina… ¡de Benny Moré!
Tuvimos una Casa. Fue la segunda en inaugurarse en el país y en ella hicimos trova durante muchos años para suerte de jóvenes, y no tan jóvenes, que aún hoy añoran aquellos días.

La Casa de la Trova (que casi nadie nombraba Casa de la Nueva Trova) fue una importantísima institución de la cultura cienfueguera. Por allí pasaron innumerables trovadores y artistas cubanos y foráneos. En ella Los Novo tuvimos una imprescindible escuela artística. Allí aprendimos a “trovar”.
Y un buen día, o más bien un mal día a fin de cuentas, la casa pasó a ser la sede de la recién nacida Asociación Hermanos Saiz, que luego, en uno de sus vaivenes, la permutó con la gerencia de ARTEX.
Alguien entendió y decidió que Cienfuegos no necesitaba una Casa de la Trova, y otro alguien lo ha seguido entendiendo y decidiendo muy a pesar de que hoy mismo la trova goza de buenísima salud en la ciudad y un poco más allá; ahí está aún trovando Lázaro García, fundador del Movimiento de la Nueva Trova junto a Silvio, Pablo, Noel y Vicente. Y al otro extremo están Nelson Valdés, Sadiel, Rolito, Juan Manuel, el Dúo Kre-2 y muchos más.


Y estamos nosotros, Los Novo.
Pero no hay Casa. Y cuesta creerlo.
Aunque cuando se pasa revista, cuando se resume o se intenta ver un poco más profundo, descubrimos que no solo mi querida trova sufre de tal desamparo. Muchas instituciones culturales viven su peor momento existencial y conceptual. Algunas han desaparecido y otras subsisten al amparo de puros milagros, por no decir de puros “globos” inflados, con tal que sus departamentos rectores allá en la capital tengan contenido de trabajo. Ahí se debaten y “entretienen”, ambos, intentando hacer creer que su utilidad y razón de ser sigue intacta, en medio del tedio de una vorágine de planes de trabajo, proyectos y “actividades culturales” a cumplir desde una programación insípida y necia.
El cine, como en casi todo el país, ha naufragado en mares sin regreso. Encima del huracán tecnológico que lo condena al traernos el último film hasta el “pantalla plana” doméstico, se permite la venta donde quiera y al libre albedrío de lo mismo clásicos y estrenos del séptimo arte que ácidos clip del reguetón de turno. Parece que a nadie, acá en Cienfuegos, le ha parecido correcta y útil la idea de acondicionar como debe ser el cine-teatro Luisa, de hacer de esta sala un lugar confortable y preparado técnicamente para la realización de disímiles espectáculos, sin dejar por ello de proyectar audiovisuales. Y no me vengan a decir que han faltado presupuestos. Probado está con creces que cuando se quiere, se puede. Todo está en que “el que quiera” “pueda”. El Piano-bar de la calle Santa Cruz agoniza. El Café cantante de la céntrica esquina de Prado y San Fernando amenaza con pasar a ser una tienda mayorista (como si en la ciudad no existiera otro lugar para tal empeño), aun cuando se continúa abogando por “reanimar” la cultura y es el precisamente el Bulevar uno de los puntos neurálgicos de ese propósito.
Los centros nocturnos que mejor salud exhiben no abren sus puertas para el médico, el maestro o la licenciada, mucho menos para el obrero de a pie y muchísimo “requetemenos” para quien pretenda buscar un poco de buen arte y espiritualidad para acompañar su cerveza o su mojito. Todos sabemos quién es el público fijo de tales centros nocturnos y cómo hacen para poder asistir casi diariamente sin que cunda el pánico en sus “misteriosos” bolsillos.
Realmente no tengo toda la información, todo el “parte de guerra” para saber las bajas de los últimos combates, pero me atrevo a asegurar que hay que lamentar bastante. Muchos heridos; incontables muertos…
Tal vez se le pueda preguntar por estas razones a las personas que hasta hace unas semanas tuvieron la responsabilidad de dirigir la cultura del territorio o a los cuadros y ejecutivos que cumplían igual rol en el Centro de la Música, principal institución relacionada con los espectáculos del territorio, hombres y mujeres que tampoco permanecen allí gracias a sus “maravillosos” desempeños.
Los nuevos directivos, olorosos a papel de estreno, apenas pueden responder; el pasado le es demasiado ajeno ante lo empinado y oscuro del camino que se les impone transitar.
No en balde cada nueva reunión de artistas (como la recién celebrada Asamblea  de la UNEAC) se torna verdadero rosario de quejas y alarmadas preocupaciones.
Un párrafo (que bien conozco) del informe que nos leyó el Presidente de la UNEAC el pasado 30 de octubre, decía más o menos: tráigase aquí cualquier informe o acta de pasadas reuniones y parecerá haber sido escrito este mismo amanecer.
Estoy muy seguro de que hay muchísimos funcionarios y jefes de todas las categorías, (que son en gran medida los responsables principales de esta dramática película), que se empeñan en vivir y respirar aires de “períodos especiales”, con la correspondiente dosis de mediocridad y ceguera espiritual y cuando se les aprieta un poco confiesan muy sutilmente que la culpa es del Totí, es decir, del sistema.
Tienen el tal “período” insertado en sus “prodigiosas” cabecitas.
Por eso en gran medida, a pesar de que Cienfuegos ha tenido siempre un valioso y sólido movimiento de trovadores, nunca hemos podido reabrir el candado gigante y tozudo que cerró las puertas de aquella Casa en la que tanto buen arte se hacía.
Y lo peor es que no estoy diciendo casi nada nuevo.
Solo he querido decir que la Trova cienfueguera sigue sin Casa.