lunes, 5 de agosto de 2013

El Prado de Cienfuegos


Así es por estos días...
Creo que no solo es el Prado más largo de Cuba; también es, quizás, el que más zapatos adolescentes y jóvenes ha soportado en “ires” y “venires” de buen viento…
En todos los tiempos le han navegado numerosos andantes al Prado de Cienfuegos, pero nunca como en la segunda mitad de los años setenta.
Cuando estaba naciendo...

Por entonces, si después de las 8 de la noche usted alargaba la mirada desde la breve elevación que regala la confluencia de la esquina de Prado y Santa Cruz, solo veía por delante una densa capa, una multitud que, de alguna manera, se movía: una masa compacta y feliz que ora se saludaba, ora buscaba información sobre las “descarguitas” o “quinces” que se celebraban esa noche en algún lugar de la ciudad; un mar de gente viva.
Sobre todo en el tramo entre San Fernando y Santa Clara, unos doscientos metros de pura y joven actualidad nacional.
Esquina de Prado y Argüelles

Allí en el Prado casi oíamos, en aquellos ya históricos mini-radios de pilas, la “dobliu”, que era algo así como cualquiera de las emisoras foráneas que trasmitían lo último de lo último en materia musical. Quien fuera dueño de algún radio de estos era todo un personaje: aguardábamos su llegada con verdadera urgencia y hasta se le guardaba un asiento en un banco con tal de acaparar su presencia.
Hasta la planta eléctrica de la ciudad estaba en el Prado

Allí en el Prado muchos conocimos nuestra primera novia, o dimos el primer beso de amor, incluso sin saber a ciencia cierta qué cosa era amor.
Por allí aún andamos. Es casi imposible caminar la ciudad sin tener que atravesar el Prado. 
Ahí se pierde rumbo al malecón...


Siempre tuvo una elegancia especial

A su amparo, portal adentro: casas, restaurantes, tiendas, cines, oficinas y dependencias administrativas… ¡y hasta la funeraria local está por allí! 

Así era por los años setenta


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