El hombre, (que
también puede ser una mujer) llegó al establecimiento (que igual puede ser
cualquier unidad de servicios a la población) y ¡sorpresas!:
Un cartel
informativo anunciaba: horario de atención de 8 am a 5 pm: Eran las 8 y 5
minutos y ¡ya estaban abiertos, listos para atender, todos en sus puestos de
labor, sonrientes, amables, serviciales…!
No.
Algo andaba mal,
algo malo tendría que ocurrir, se dijo el hombre (o la mujer), pero,
misteriosamente, todo anduvo bien y nada malo sucedió hasta que…
Una voz impetuosa y
no menos sonriente, amable y servicial vino desde lejos, desde el fondo, desde
el lado de allá del cartelito que dice: no pase si no es empleado, diciendo:
___ Arriba que van a
fumigar.
Entonces el hombre,
(o la mujer) tuvieron la certeza de que nunca, jamás, morirían por culpa de
aquellos mosquitos inoculadores de daños porque, sencillamente, como diría mi
abuelito, ya el daño estaba hecho.