Ya otras veces he contado que esa frase;
“hacer las cosas bien”, fue el mejor y casi único consejo que mi
padre, desde su ancestral parquedad peninsular, me diera una y otra vez,
poniendo siempre en aprietos mis muchos instintos y deseos de “hacer las
cosas mal”.
¿Cómo subyugar o disciplinar, al amparo del
significado de solo 4 palabras, todo el torrente de venturas y desventuras que
todo muchacho, majadero como era yo, tenía por delante?