Mandy, hermano

Los amigos, los buenos amigos, llega un día que se nos confunden entre todas las cosas más queridas que, sin temor ni dudas, sabemos tener a buen recaudo en algún pedacito de vida.

A veces podemos estar muchas horas sin verlos o hablarles.

A veces no.

Los trovadores, de vez en cuando, tenemos unos enemigos enormes; nos los paren las canciones necesarias. Pero también tenemos excelentes amigos que generalmente son infinitamente perdurables.

Los Novo tenemos un gran amigo llamado Armando Álvarez, que toda la ciudad de Cienfuegos y un poco más allá conocen, sencillamente, como Mandy.

Canta canciones de Serrat, de Cortés, de Aute y de Sabina; canta canciones nuestras y de él. Aunque le va a Industriales en la pelota es tan cienfueguero a morirse y tan médico para salvar vidas que cada día baja por el Prado hasta el Hospital Pediátrico, en una caminata que a fuerza de saludos y consultas instantáneas puede demorar bastante.

Luego, ya junto a los niños serios, se olvida del reloj.

¡Qué bueno!

Mandy vive en la casa de sus padres, con ellos, y no tiene ni una bicicleta…

Debe ser que todas sus “misiones” las ha cumplido aquí, en Cienfuegos, en Cuba.

¡Qué bueno!

Hace unos días, en un escenario, leyó lo siguiente:

Cuando empecé a estudiar medicina me enseñaron  todos los órganos del tórax y yo decía: ¿dónde estará el alma?

Debe estar, pensaba, entre la garganta y el centro del pecho, que es donde se le hace un nudo a uno ante las emociones. Ahí debe estar el alma.

Esa que nos acompaña en las buenas y en las malas, atenta a todo lo que nos sucede, quien nos tironea cuando el cuerpo se cansa y quien nos recuerda que:

Hay que dar hasta que duela, hay que entregarse hasta el final, hay que florecer donde se esté plantado, o sea, hay que pagar el peaje.

El alma siempre me recuerda todo cuanto soy como médico, y cuanto tengo además de trovador.

Y me alegro, porque al que canta Dios lo ama, y al que trabaja lo respeta.

Mandy tiene alma de gran amigo.

¡Qué bueno!