…y muy posiblemente
usted también.
Porque resulta que de
un tiempo a acá, -de un buen tiempo a acá-, el agua, ese
insustituible y cotidiano líquido de nuestras vidas, llega hasta mí
con no pocos inconvenientes y embarazos. Por disciplina que alguien
impuso o diseñó sin consultarme, debería llegarme un día en la
mañana y la tarde, y otro solamente en la tarde. A veces ha
funcionado así. A veces he organizado las tareas del día pensando
en esos horarios, y muchas veces, fundamentalmente en los últimos
tiempos, la tal disciplina ha sido reina en informalidad y caos, y la
organización se me ha “desorganizado”.
Debo agregar a todo
esto que vivo en un 1er piso, de manera que mis tanques-depósito
están a la altura de un 2do piso, y hasta allí debo yo transportar
el agua a merced de una turbina que muchas veces debe funcionar por
espacio de más de 30 minutos, haciendo que mi metro contador de
electricidad corra libre y veloz…
Por si fuera poco hay
que sumar un dato más: la calidad del agua que recibo es pésima;
unas veces achocolatada y rica en minerales diversos, otras con
“sospechosos” aromas fétidos…
Haciendo cuentas he
descubierto que diariamente dedico a este tema del agua casi 1 hora.
1 hora de mis valiosas y queridas 24. Todo un derroche de tiempo.
Dentro de todo esto
solo una cosa funciona con precisión inglesa: el compañero que cada
mes toca a mi puerta y me dice: “cobrando el agua”.
Y yo se la pago, porque
muchas veces pienso: son solo $ 6.50 MN, (unos $ 25 centavos CUC).
Y usted, seguramente,
también la paga.
Entonces, ¿estamos o
no estamos regalando dinero?
Y si aún lo duda
piense, piense a cuantas otras “razones” le regala usted su
dinero a lo largo de todo un año. Razones muy cotidianas, algunas
igual insustituibles, otras total y necesariamente sustituibles
cuanto antes.
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