La bayamesa y Mujer
bayamesa, Longina, Mercedes, Rosina y Virginia, Mujer perjura, María Cristina,
Nena, Dalia, Eva, Yolanda…
¿Sigo?
Creo que no es
necesario continuar nombrando títulos para confirmar que La trova y La mujer
cubana siempre se han llevado muy bien.
Decía Martí,
aproximadamente, que no había obra completa si en ella no estaba la mujer, y
verdaderamente sucede así con las canciones de los trovadores; ¡ay de aquel que
no tenga entre su obra algún tema inspirado en una mujer, ya sea para bien, o
para regular, porque mal, lo que se dice mal, no creo que sea posible
tratándose, repito, de una mujer!
Pensamos que toda la
feliz suerte de poder decir en una canción: “…tú me desnudas con siete razones,
me abres el pecho siempre que me colmas de amores”, tiene por contraria, pero
real, a una gris necesidad de avisar: “…flores sin primavera ni estación,
flores comiendo sobras del amor”.
Las cubanas, las de
a pie, las que por algún rinconcito de la parte izquierda del pecho llevan un
tatuaje natural que reza: heroínas del período especial; las que entregan todo
en su labor y ningún míster ni señor puede señalar con dedos de colono moderno.
Esas, las que “…si sienten de la patria el grito, todo lo dejan, todo lo
queman” porque “…ese es su lema, su religión”, y no porque sea oportuno y
conveniente proteger un puesto.
A esas cubanas les
regalamos hoy y siempre nuestra trova.
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