martes, 17 de diciembre de 2013

LA CENSURA




La censura, (esa acción de limitar, prohibir, evitar o suspender del conocimiento público o ajeno aquello que atenta o va en contra  de ¨lo establecido¨ por las leyes y normas de la sociedad), no siempre logra el buen propósito por cuanto depende del momento y las circunstancias, y además de los intereses de quienes  tienen la difícil misión  de aplicarla, sumando a fin de cuentas la amarga y dura experiencia, en algunas ocasiones, de quienes la reciben.

Pero no se asusten, no pretendo hacer un análisis profundo del tema ni mucho menos, solo contarles algunas experiencias que sostienen este criterio y que quizás recuerden  a muchos incidentes similares.
Hace algunos días observaba en la televisión un programa musical de corte retro junto a mi hija Gabriela; ¡qué alegría cuando anunciaron al grupo norteamericano “Aguas Claras”, uno de mis favoritos en los años 70! Y qué sorpresa para mi hija cuando le confesé que era la primera vez que los veía en la tele. Fue difícil de entender, sin embargo más espinoso fue explicarle por qué los jóvenes cubanos de aquel entonces no podíamos ver a los artistas que preferíamos y conocíamos de forma clandestina por las emisoras extranjeras. Sencillamente alguien en aquel tiempo entendió que tal hecho era nocivo y peligroso… (Luego la vida ha demostrado lo contrario).
Recordé cuando en aquellos mismos 70’, siendo yo estudiante de la Universidad Central de Las Villas, en Santa Clara, un funcionario de la UJC, incansable organizador del  recién fundado Movimiento de la Nueva Trova del cual era yo miembro, me presionaba a definirme como santaclareño o cienfueguero, (una vieja  rencilla  territorial de vecinos de siempre), y ante mi indiferencia en el tema, tomó medidas: de pronto me encontré en un listado junto a los artistas que por entonces fueron censurados a tenor de su participación en el Festival Viña del Mar de Chile, recién acontecido el golpe de estado. Entre aquellos artistas purgados se encontraban José Feliciano, Julio Iglesias y Camilo Sesto, y, muy extrañamente, un tal Pedro Novo. Luego, cuando bajó la marea, nos cansamos de escuchar a aquellos y muchos otros en la radio y la tele, y yo regresé con mi música a la “W”, emisora provincial de Santa Clara.
Por fortuna la censura a veces tiene sus lados buenos, porque también nos libra de cosas dañinas y de los excesos del actual mundo de las comunicaciones, esos que complacen morbosos y sórdidos gustos de muchas infelices personas o de seudoartistas que pregonan  y alaban la marginalidad y el desorden. Cabe preguntarse teniendo en cuenta esto: ¿pobre  de esos censores que en el nombre del bien asumen la cuestionada tarea?,  ¿pobre de mí que decidí censurar en mi familia y entorno  la violencia, el desamor, el egoísmo y la marginalidad tan de modas en estos tiempos?
Gracias oportuna censura que nos libras de tales males.
Nota: Espero que este comentario no moleste  a alguien y sea censurado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario