Esta mañana me dijo mi buen amigo Juan:
____ ¡Voy a poner un negocio; un restaurante
de comida internacional que va a ser lo máximo...!
Les confieso que Juan contagiaba con su
enorme alegría. Contagiaba, y tanto, que pensé tres veces antes de preguntarle:
____ Oye Juan, ¿y tú sabes algo de eso, de
restaurantes, de comida internacional,…de negocios?
Temí que fuera mi pregunta un tremendo cubo
de agua fría sobre las aspiraciones de mi amigo. Pero no, esta mañana Juan era
el hombre más positivo y optimista del universo. Y de inmediato me contraatacó:
____ ¡Olvídese de eso, compadre, lo que hay
es que tener un poco de capital, deseos de trabajar y buenas intenciones…!
…yo creo que no.
Es decir, vale lo del capital, los deseos y
las buenas intenciones, pero faltan “escalones” en esa “subida”.
No soy el gran especialista del tema, ni
siquiera soy “el especialista”, pero he oído hablar de Estudios de Mercado, de
Marketing, de Inversiones, de Gastos, Ganancias, etcétera, etcétera, etcétera. Todo
un mundo de detalles, habilidades, leyes y procedimientos que desde hace ya
buen tiempo se inventaron y están suficientemente experimentados y probados
como para pasarlos por alto a la hora de “poner un negocio”.
Los que han actuado como mi buen amigo no han
llegado muy lejos, su “negocio” ha naufragado en aguas de quiebra, y entonces
ha llegado la segunda parte de esta singular historia: porque “negocio
incorrecto” da como resultado “mal servicio”.
Y ahí están todas esas empresas particulares
(restaurantes-paladares, cafeterías, salones fotográficos, reparadores varios…)
que abrieron sus puertas al compás de las campanas gloriosas del Olimpo,
haciendo galas de una atención rallante en la realidad virtual y luego, en
menos de 3 meses, ofrecen una atención que nos hace pensar y decir: “Ya esta
cafetería está igualita a las del estado”.
¡Qué bueno que con los nuevos tiempos de
cambios llegan atrevidos vientos de empresas personales!
Pero mucho cuidado con los entusiasmos porque
con ellos vienen los problemas de empresa, el maltrato y el mal servicio, la
mala fama y, algo que también está inventado desde los tiempos en que se
amarraba los perros con longaniza: LA PERDIDA DEL CLIENTE.
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